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¿Por qué amamos tanto el entretenimiento (celebridades, televisión, música, etc., etc.)? Pregunta estúpida, ¿verdad? ¡Nos encanta porque es entretenido! Así que déjame reformular: ¿por qué las celebridades, la televisión, las películas, los videojuegos, la música, etc., etc., son tan entretenidas que tantas personas pasan casi todas sus horas disponibles sumergidas en esas actividades?
La respuesta resulta ser similar a la pregunta de por qué amamos la comida cargada de sal y grasa: el entretenimiento aprovecha aspectos de nuestra herencia mental y emocional condicionada evolutivamente. El entretenimiento contemporáneo se basa en algunos procesos neuronales humanos incorporados muy poderosos y, como resultado, es una especie de Big Mac para el cerebro.
Eso no significa que hace 25.000 años nuestros antepasados estaban sentados alrededor del fuego y pensaban, «esto es realmente aburrido, desearía que tuviéramos un televisor de pantalla plana». Pero es bastante probable que estuvieran contando historias. Después de todo, ningún antropólogo que yo conozca ha afirmado jamás haber observado una cultura humana que no valora las narrativas de diversos tipos. El trabajo reciente en áreas como la neurociencia cognitiva y la psicología del desarrollo contribuye en gran medida a explicar por qué esto es así.
La clave para comprender la avidez humana por las historias es comprender la importancia de la imitación en nuestros procesos sociales y cognitivos. A veces pensamos en la imitación como una habilidad mental de bajo nivel («el mono ve, el mono hace») pero el verdadero comportamiento imitativo es muy complejo y probablemente se limita a nuestra especie. La verdadera imitación implica no solo hacer lo que otra persona hace, también significa comprender lo que esa otra persona está haciendo.
El psicólogo Michael Tomasello y otros han sugerido que nuestra capacidad virtualmente automática está quizás basada en sistemas de neuronas espejo en nuestros cerebros: captar rápidamente lo que están haciendo otras personas es el avance evolutivo más significativo que nos separa de otros primates. Esto es lo que nos permite cooperar con otros en la construcción de la cultura y el lenguaje humanos.
Nuestra capacidad para captar perspectivas distintas a la nuestra también es lo que nos facilita entrar en una situación imaginativa como una historia. Y realmente entramos en historias. Como ha señalado el psicólogo del desarrollo Paul Harris, las capacidades imitativas de nuestra mente nos permiten ocupar casi por completo una posición ficticia, de modo que tanto nuestros pensamientos como nuestros sentimientos comienzan a ser moldeados más por la ficción que por nuestra situación de la vida real. Sentimos que estamos ahí, en la historia, una experiencia que la psicóloga Melanie Green y sus colegas llamar «transporte narrativo».
Brinca 25.000 años ahora a un mundo en el que hay películas en 3D y sonido envolvente e imágenes mejoradas por computadora, todo tipo de tecnologías que nos permiten sumergirnos más profundamente en nuestras amadas ficciones. Es como una droga poderosa que altera la mente, excepto que es legal y completamente segura. No es de extrañar que el entretenimiento sea tan entretenido.